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martes, 31 de enero de 2017

El tebeo se convirtió en 'comic' para ser aceptado como arte

Las novelas gráficas de Dólar


A mediados del siglo XX, en España se leían muchos tebeos. Eso es algo bien sabido. Ahora bien, esos tebeos eran un subproducto de quiosco que "sólo leían los niños" y sin el menor valor artístico. 

Para un grupo de aficionados y coleccionistas, estas afirmaciones, además de ser falsas, hacían imposible que el mundo de la cultura pusiera sus ojos en las viñetas y las valorara, al menos, como algo a estudiar.

Uno de estos aficionados era el hijo del propietario de la imprenta y librería Anro, situada en la calle de San Bernardo de Madrid (frente por frente a la sede de una editorial clásica del tebeo madrileño, Rollán). Este joven, de apellido Rodríguez Heredero, seguidor apasionado del cómic de prensa estadounidense, tomó la decisión de continuar la publicación de series de King Features Syndicate como The Phantom, Mandrake y Flash Gordon, siguiendo la estela marcada antes de la guerra por la editorial Hispano Americana. Para ello creó un nuevo sello editor al que denominó Dólar y lanzó varias colecciones con un diseño muy similar al de la editorial original, en cuadernillos apaisados de buen tamaño en formato italiano.

    

Aquellos cuadernos no dejaban de ser "tebeos", debió de pensar Rodríguez Heredero, y no conseguirían su objetivo de prestigiar la historieta como un arte. Su solución fue seguir publicando aquel material, y otras varias series de la misma procedencia, en un nuevo formato que denominó "novelas gráficas": libros de 64 páginas en rústica, en cuatro pliegos cosidos frontalmente con grapa y encuadernados con cubiertas de papel cuché con lucidas ilustraciones de portada de autores como Lobo y Jano. Aquel producto ya era algo más serio que un "tebeo" para nuestro editor, y así lo demuestra la insistencia con la que en sus prólogos y anuncios hacía alarde del valor cultural y artístico del material que publicaba.

    
Entre las series más cuidadas por Dólar se contaba la soap opera (para el lector español, folletín, melodrama o serial) Juliet Jones, que tenía el honor de ocupar la Serie Magenta, una de las divisiones en las que se presentaba la nueva colección de publicaciones. En las muestras que acompaño se puede apreciar el cuidado en el diseño del libro, presentado con varias páginas de apertura que incluían página de presentación, portada, proemios, fotografía y semblanza del dibujante (no se hacía mención del guionista), relación de personajes principales y portadilla.

 

Este cuidado en la presentación no iba acompañado con el mismo respeto al material gráfico, ya que se remontaban las viñetas para adaptarlo al formato, se intercalaban innecesarios textos explicativos (algunos claramente orientados a eludir la censura al igual que algunos detalles de la traducción), y se intercalaban episodios publicados originalmente en tiras diarias en blanco y negro junto con otros procedentes de las páginas dominicales, que se publicaban sin el color original.


Aquellas novelas gráficas fueron un éxito (relativo, ya que su precio, ocho pesetas ejemplar, era muy elevado en un tiempo en el que los cuadernos de historietas habían pasado de costar 1,25 a 1,50 pesetas, y las revistas no eran mucho más caras). El lector adolescente (al menos este lector adolescente) aprendió con aquellos libritos a disfrutar un tipo de tebeo muy distinto al que habitualmente leía. Hay que recordar que los tebeos más leídos hasta entonces habían sido los de la Editorial Valenciana (El Guerrero del Antifaz, Roberto Alcázar, Purk el hombre de Piedra, El Espadachín Enmascarado y otros), las Hazañas Bélicas de Boixcar y otros cuadernos de editoriales de Barcelona, destacando El "Cachorro", de Iranzo, y las colecciones del madrileño Rollán (Aventuras del FBI, Jeque Blanco, Mendoza Colt...). En comparación, el material que llegaba de América tenía el prestigio de estar dirigido al lector adulto, y el realismo "fotográfico" del dibujo de autores como Alex Raymond, Stan Drake o John Cullen Murphy contribuía a hacer de aquellos libros objetos más "respetables" que los tebeos "normales".


Como se ve, algunos criterios siguen vigentes aún hoy día. Todavía hoy parece necesario, para conseguir para el cómic el grado de aceptación cultural deseado, apelar a formatos "de prestigio" o a denominaciones "cultas". Curiosamente, la etiqueta "novela gráfica" se ha recuperado ahora con el mismo fin con el que Dólar lo inventó (recuperó, de hecho, por cuanto hemos visto tebeos de antes de la guerra con esa misma denominación). 

[Las imágenes que se acompañan, escaneadas de un ejemplar original, sólo tienen el fin de ilustrar los comentarios de este texto.]

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