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domingo, 24 de febrero de 2019

El Coyote (IV)

   

Otras luchas

Más títulos, nuevos personajes
   
Vuelve la saga del jinete californiano, de la que traemos hoy al blog cinco nuevos títulos, en los que Mallorquí sigue desplegando un retablo de personajes cada vez más definidos y mejor retratados. Si en entregas anteriores conocimos a Ricardo Yesares, "el otro Coyote", encontramos ahora a otros auxiliares del enmascarado: los hermanos Juan, Evelio, Leocadio y Timoteo Lugones, la india Adelia o el cochero mudo Matías Alberes; a adversarios con los que tendrá que enfrentarse durante toda su carrera, como el jefe de policía Teodomiro Mateos, y a otras figuras destacadas como el gobernador Luis Borraleda o el doctor García Oviedo, además de facinerosos de toda laya y mujeres fatales siempre menos fatales de lo que parece, de las que Mallorquí supo hacer uso repetidamente.
Las ilustraciones de Batet fueron una baza inigualable para el éxito de la colección, y en estos números se encuentran algunas espléndidas.
La primera novela de hoy es La victoria del Coyote, noveno título de la colección. En ella, el Coyote intenta inútilmente evitar que Jorge Azcón, un joven de buena familia prometido de una sobrina de don César, se convierta en aliado de una banda de ladrones de oro. El equivocado orgullo de Azcón no le permite aceptar la ayuda del Coyote y acaba provocando un trágico final para ambos jóvenes. Los Lugones tienen un destacado papel en este episodio.
   



   
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El segundo número que revisamos hoy tiene la importancia de traer al primer plano a César de Echagüe y Acevedo, El hijo del Coyote.
Traicionado por Patricio Sorenas, un californiano que quiere cobrar el premio ofrecido por la cabeza del enmascarado para pagar el tratamiento de su hija enferma, el Coyote cae en una trampa y resulta herido. Con la ayuda de Matías Alberes, Lupe, la criada de don César, consigue rescatarle y llevarlo de vuelta al rancho de San Antonio, pero la gravedad de la herida exige la atención de un médico.
Teodomiro Mateos y sus hombres, que han seguido al Coyote hasta las cercanías del rancho, lo tienen rodeado, y es Cesitar el encargado de traer al doctor García Oviedo esquivando a los vigilantes, mientras Ricardo Yesares toma el papel de Coyote para alejar a Mateos y sus comisarios y mantenerles ocupados durante días.
Finalmente, el Coyote castiga a Sorenas de la forma más inesperada... que para el lector avisado no lo es tanto.
   



   
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En el siguiente número, La marca del Cobra, vuelven a aparecer los hermanos Lugones y conocemos a un personaje de un tipo que Mallorquí repetiría muchas veces: un supuesto malhechor convertido en justiciero por una u otra razón. Pack Manigan, "El Cobra", prisionero en una penitenciaría, recibe de un compañero condenado a muerte el encargo de hacer justicia, ya que, aunque merecedor del castigo por su trayectoria, era inocente del cargo por el que fue acusado. Tras escapar durante la ejecución de la sentencia, Manigan intenta cumplir el encargo. Con la ayuda del Coyote y los Lugones, lo consigue finalmente, encuentra el amor y vuelve al penal para conseguir la rehabilitación.
El apodo de Manigan hace referencia a la supuesta especialidad del prisionero de matar a sus víctimas ahorcándolas con una soga, si bien acabaremos descubriendo que era inocente de los crímenes de los que se le acusaba. La marca se convierte en un elemento fundamental en la trama, aunque, a mi juicio, cogido bastante por los pelos. 
    




   
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El último relato que traemos hoy al blog ocupaba dos números de la colección, algo que hasta ese momento no había sucedido. El editor explicaba que se había preferido evitar la publicación de un nuevo número extra con mayor paginación y mayor precio (pues ya desde el número anterior había pasado a costar cada ejemplar 2,50 pesetas, con un aumento de cincuenta céntimos sobre el precio inicial).
Se nos narraba en estos dos números el ascenso de Luis Borraleda al puesto de gobernador de California, con la inestimable ayuda del Coyote y a pesar de las trampas de su secretario, el malvado Víctor Kennedy, con la ayuda de la hermosa princesa Irina Petrovna, otra de las mujeres fatales que poblaron las novelas del Coyote. La princesa Irina era en realidad la aventurera Odile Garson, y su intención era enamorar a Borraleda y hacerle perder las elecciones. En la primera parte de la aventura, la novela Otra lucha, el Coyote desbarata el plan de Kennedy, y Odile Garson se enamora sin esperanza del enmascarado, como es preceptivo en el género.
       



   
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La segunda parte de esta aventura, El final de la lucha, se centra en la última tentativa de Vic Kennedy contra el gobernador Borraleda, que, vuelto al redil del matrimonio tras su locura con la princesa Irina, se enfrenta a un secreto en el pasado de su esposa, que Kennedy pretende emplear para acabar con la carrera del político californio, lo que no conseguirá, naturalmente, recibiendo el castigo merecido a manos del Coyote. Borraleda, por tanto, conservará el puesto de gobernador con todos los merecimientos.
    




jueves, 21 de febrero de 2019

Humor para hablar muy en serio

Chumy Chúmez, 1974
  
Si queremos encontrar pensadores realmente serios, no debemos olvidarnos de los humoristas gráficos: viñetas de Ops o de El Roto, chistes de Máximo o de Summers, tiras de Peridis o de Gallego y Rey o chispas de Mingote nos acercan y nos explican amablemente realidades profundas, complicadas y carentes de la menor gracia mucho mejor que sesudos estudios de expertos y eruditos.
Cuando la dictadura franquista se acercaba a su final y sus detentadores buscaban la forma de mantenerse en el machito cambiando lo que fuera menester para que todo continuara como Dios manda, publicaciones como Hermano Lobo, continuando una labor que La Codorniz ejerció durante los años más negros, ayudaron con su humor a sobrellevar unos tiempos en los que no era fácil encontrar motivos para la sonrisa a la vez que ayudaban a cocinar en el cerebro de sus lectores ideas que el poder hubiera preferido silenciar. 
El fundador de Hermano Lobo, Chumy Chúmez, uno de los más destacados humoristas que ejercieron su oficio en aquella época convulsa, fue un autor irremplazable que participó en la tarea de llevar a los quioscos soplos de lucidez en forma de humor dibujado. En 1974, Edicions 62 publicó un tomo recopilatorio en el que cinco de aquellos esforzados dibujantes, Cesc, Chumy, Forges, Perich y Summers, dejaban nutrida muestra de su humor inteligente. El blog se pone hoy de lo más serio para reproducir la aportación a aquel libro de José María González Castrillo, "Chumy Chúmez".