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viernes, 27 de abril de 2018

Los clásicos de la edad de oro del tebeo español

  

Aventuras del FBI

  
Tengo para mí que muchos de los más fanáticos amantes del tebeo guardarán de esta serie el mejor de los recuerdos, pero dudo que sean demasiados los que hayan leído alguno de sus episodios desde hace muchísimo tiempo, a veces por olvido y otras veces por el miedo a descubrir que lo que tanto gustó en su momento pudiera ahora defraudar.
No voy a negar que eso ocurre demasiadas veces, pero creo que sobre todo sucede porque lo que le pedimos al viejo tebeo es que nos devuelva al estado en el que lo leíamos entonces, lo que es imposible. En el caso de los aficionados más jóvenes la cosa es más complicada, porque es difícil que acepten la ingenuidad y simpleza de muchas de las tramas, lo repetido de las situaciones, la falta de entidad de los personajes... Pero es que estamos hablando de tebeos, no de Novelas Gráficas, ni siquiera de obras de arte. Se trata de relatos de género dedicados a los niños, o al menos así se presentaban en la contraportada del primer número, si bien las violentas tramas y los malsanos ambientes no eran de lo más adecuado a las mentalidades infantiles.
El entusiasmo proamericano de la editorial desbordaba en esta colección, presentada en la contraportada del primer número con una encendida loa de las virtudes de los héroes del FBI, siglas que, además de Federal Bureau of Investigation, se nos explicaba, significan también Fidelidad ("a los principios divinos, en primer lugar, y a la Patria"), Bravura ("en la lucha por la moral y la justicia, sin olvidar que sólo la Ley tiene autoridad para castigar") e Integridad ("de espiritu y corazón para conservarse firmes ante el pecado y la maldad"). Vamos, que "El FBI defiende todo lo noble, lo bueno y lo grande" y "sus agentes son modelo de hombres". Recordemos en qué país vivíamos cuando leíamos estas cosas antes de juzgarlas.
Con esto no quiero criticar los tebeos. El envoltorio patriótico-heroico-místico-beatón era algo obligado entonces en publicaciones de este tipo si el editor no quería arriesgarse a perder los permisos de publicación. Cierto que tanto Rollán como Dólar exageraban bastante la nota, pero eso no afectaba al contenido. Cierto asimismo que los argumentos de estos tebeos eran tan maniqueos, tan simples... como los de muchas de las películas de sesión continua... o como algunos de los más aplaudidos ejemplos del cómic de la metrópoli. ¿O es que alguien piensa que las historias de Flash Gordon, de Supermán o del Llanero Solitario eran la cúspide de la creación literaria? 
La editorial madrileña Rollán publicó una gran cantidad de novelas de quiosco de los géneros habituales: bélico, Oeste, espionaje, romance, policiaco... Una de sus colecciones más leídas fue FBI, protagonizada por agentes del cuerpo policial estadounidense y escrita por afamados autores de sonoros nombres (O. C. Tavin, Alf Manz, Fel Marty, Frank Mac Fair, Eddie Thorny...). Como es sabido, esos nombres eran de pega, y tras ellos se ocultaban otros tan españoles como Octavio Cortés Faure, Alfonso Rubio-Manzanares, Félix Martínez Orejón, Francisco Cortés Rubio o Eduardo de Guzmán. Con la idea de repetir en el mundo del tebeo el éxito alcanzado con las novelas nació en 1951 la colección de cuadernos, ilustrados desde el primer número por Luis Bermejo y con guiones de Fred Baxter (nueva firma anglosajona para otro novelista nacional, Federico Morante Noceda). Otros autores sucedieron a los creadores originales a lo largo de la publicación de la colección.
   

Traigo hoy al blog dos historias que pueden considerarse la presentación del joven Bill Boy. El primer episodio, en el que conocemos a los tres personajes, es el que ocupa el número 1 de la colección, La Pantera de Michigan. El joven protagonista es el hijo del gánster conocido con aquel sobrenombre felino, que al final del episodio resulta vencido por Jack y encerrado en la prisión a cumplir su condena. Tocado por el arrepentimiento, el bandido pide a Jack que se haga cargo de su hijo, a lo que el heroico agente accede inmediatamente. Desde el segundo número, sin otra ceremonia, Bill Boy se convierte así en una especie de sidekick, un joven compañero como el Robín de Batmán o el Veloz de Flecha Verde, o como los más próximos Pedrín para Roberto Alcázar o Crispín para El Capitán Trueno.
Convertidos ya en trío protagonista, Jack, Bill y Sam corren varias aventuras, resuelta cada una en un solo número, hasta llegar al décimo cuaderno, en el que da comienzo a una de las tramas más recordadas, con la lucha de nuestros héroes durante tres apasionantes números contra una banda de hombres voladores, los vampiros de Nueva York. A continuación comenzó otra aventura en la que los antiguos cómplices de la Pantera de Michigan secuestran al joven Bill para vengar en él no sé muy bien qué agravios de su padre, con lo que se da un cierto empaque a la situación de Bill como aspirante a agente del FBI al renunciar al final del episodio al tesoro que su padre le cede y entregarlo para la fundación de un colegio gratuito. Con este relato, que ocupó los números 14 a 17, se completa la historia de Bill Boy previa a su incorporación en el FBI tras un aprendizaje primero "práctico", acompañando a Jack y Sam en numerosas aventuras, y después "oficial" en la mitificada Academia de Quantico.
Chiste de Reamer Keller.
Viñeta del número 14.
Como curiosidad, en una viñeta del número 14 aparece en un escaparate el rótulo "Reamer Keller", que es el nombre de un humorista gráfico poco conocido en España que falleció en los años noventa. Me pregunto si es un homenaje de Bermejo (o tal vez del guionista, Baxter), o si solamente se trata de una coincidencia casual.
Con la entrada de hoy sólo pretendo facilitar a quienes estén interesados la ocasión de conocer el inicio de las Aventuras del FBI y dar algunos datos para entender y disfrutar aquellos tebeos adornados por Luis Bermejo con su estupendo dibujo y su nervioso sentido de la narración, lo que por sí solo hace esta serie merecedora de la lectura. El único requisito es atreverse a ser capaces de retroceder mentalmente al momento en que se crearon y estar dispuesto a pasarlo bien con ellos.
Leamos pues las aventuras de estos agentes del FBI de creación española, pero no les pidamos lo que no pueden darnos: sólo se trata de relatos escritos hace más de sesenta años para entretener el ocio de niños que no tenían televisión y a los que les sobraban tiempo y ganas para leer cuanto papel cayera en sus manos. Lo que hoy es nuestro país viene de aquellas generaciones que crecieron con el alimento espiritual de los relatos de Verne, Salgari o Karl May, el cine de programa doble en sesión continua, los seriales radiofónicos, los juegos callejeros... y los tebeos. No creo que haya que lamentarlo.
Alguno de los ejemplares que empleo en esta entrada procede de la última reedición facsimilar, por lo que la calidad de reproducción no está garantizada. De igual modo, las contraportadas originales no se respetaron en aquella reedición, repitiendo la misma en toda la colección.
Sin más, comienzan las aventuras de los heroicos agentes del FBI.