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jueves, 16 de abril de 2020

Aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín

   

Juan Sol, un malvado que duró cuatro cuadernos

  
Mi relación con Roberto Alcázar y Pedrín comenzó mucho antes de lo que puedo recordar. En mi memoria algunas cosas parecen haber existido siempre, y los tebeos del intrépido aventurero español se cuentan entre ellas. En la primera mitad de los años cincuenta ya había leído bastantes tebeos de la colección (y de otras muchas). La mayoría de ellos con una aventura completa, lo que era una suerte, porque cuando en el cuaderno que leía no comenzaba o no terminaba la historia, mi chasco era evidente, y tardaba mucho tiempo en conseguir completar aquel episodio, cuando no me quedaba sin conocer el inicio o el final.
A veces aparecía entre los tebeos que me regalaban o que conseguía en mis intercambios con otros chavales algún número antiguo o, más difícilmente, uno de la serie Roberto Alcázar y Pedrín contra el Hombre Diabólico, que yo pensaba que se trataba de una colección anterior del personaje, porque las aventuras de Roberto que yo conocía no duraban nunca más de dos números, y la mayoría se limitaban a un único cuaderno. Pasó mucho tiempo hasta que pude entender los entresijos de una colección que ha sido la más duradera de cuantas han existido en el mundo de los cuadernos de aventuras españoles: en principio, los episodios se enlazaban de número en número, aunque casi todas las tramas concluían en un solo cuaderno; cuando Svimtus y su compinches se convirtieron en la pesadilla de nuestros héroes, los guiones se hicieron más extensos, y durante bastante tiempo se sucedieron tramas que ocupaban varios números, hasta que poco a poco fueron reduciéndose a historias completas en dos números y por fin en uno solo.
Traigo hoy al blog una de las aventuras largas: cuatro números, con diez páginas de historieta en cada uno. La trama es típica de las aventuras de nuestros héroes, que se veían metidos en un lío en el que caían por casualidad y que resolvían a su expeditiva manera, con el apoyo entusiasta de unas fuerzas policiales que siempre se sentían dispuestas a seguir las instrucciones del héroe español... o de su joven compañero, mucho más eficaz que cualquier gendarme.
Disfrutar de estos tebeos exige un esfuerzo de adaptación a la situación y la sociedad en las que se produjeron. No se trata de obras maestras, naturalmente, ni de relatos perfectos, sus defectos y carencias son evidentes, pero respondían al propósito para el que nacían, el entretenimiento de lectores que no pedían otra cosa que un rato de distracción y tal vez un modelo para sus juegos. Que se mantuvieran durante más de tres décadas y media en el quiosco, contando sólo la colección principal, indica que el propósito se cubría con eficacia, independientemente de la mayor o menor calidad del resultado. Quien sea capaz de hacer este esfuerzo de adaptación puede obtener una cierta satisfacción, o al menos la sensación de volver a la infancia, si la tuvo en aquellos años, o de adivinar cómo transcurría para quienes sí la vivimos entonces.
Y sin más prolegómenos, pasemos a ello. Aquí se narra la forma en que el malvado Juan Sol se enfrentó a Roberto Alcázar y Pedrín, y cómo pagó por ello. Como he comentado otras veces, los cuadernos de los que dispongo tienen más de medio siglo y han pasado por muchas manos, por lo que su estado general es el que puede apreciarse en las imágenes escaneadas. A esto se suma que los tebeos de Valenciana se encuadernaban con un sistema consistente en un pliego para las cubiertas en el que figuraban la portada y la contraportada y las páginas 1 y 10 de la historieta, y otro interior plegado en cruz de manera que resultaba un cuadernillo de ocho páginas con el encabezado unido, que debía cortar el lector para acceder a la lectura. Los niños de entonces no éramos demasiado cuidadosos, y casi todos los tebeos de Valenciana muestran nuestro descuido con un margen superior lleno de rasguños y cortaduras.
   







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