Las ilustraciones de Stuart Tresilian para Enid Blyton
Aventura en el río
Octavo y último episodio de la serie 'Aventura'
Aventura en el río sería el canto de cisne de las improbables aventuras de las dos parejas de hermanos Jack y Lucy y Jorge y Dolly. Improbables digo, y quizá fuera más apropiado decir imposibles, teniendo en cuenta no sólo las increíbles habilidades ornitológicas de Jack, la facilidad de Jorge para conectar y comunicarse con toda clase de bichos (en opinión de Dolly, aunque podemos ampliarlo a toda clase de animales) y los laberintos y peripecias en las que los cuatro muchachos conseguían meterse en cada uno de los ocho libros, sino porque la cronología, la edad y la carrera estudiantil de los muchachos no parecen ajustarse a una norma racional.
Desde su primer encuentro, en las páginas del libro inicial, Aventura en la isla, hemos visto cómo libro a libro pasaban sus vacaciones buscando líos en los que meterse, y dado que en aquel libro Enid Blyton adjudicó a Jack y Jorge alrededor de catorce años, y a Dolly y Lucy, doce y once, respectivamente, cuando abordaron la última de sus aventuras literarias sus edades estarían entre los veintiuno o veintidós de los chicos y los dieciocho y diecinueve de ellas. Sin embargo, a lo largo de la saga no hemos advertido el menor cambio o maduración en ninguno de los cuatro, que mantienen sus personalidades como talladas en roca: aventureros y curiosos ellos, rezongona y reivindicativa Dolly y tímida y cariñosa Lucy. De igual manera, tampoco sabemos nada sobre la trayectoria estudiantil de ninguno de los cuatro.
El último episodio, como ya ocurrió en el anterior, nos trae a los cuatro chicos y la madre de Jorge y Dolly, a quien conocíamos como la señora Mannering, pero que ahora ha adquirido un nuevo apellido, Cunningham, ya que al finalizar el sexto libro contrajo matrimonio con el intrépido Bill "Smugs", que se ha convertido, naturalmente, en el cabeza de la familia que incluye ya a los cuatro chavales y que les acompaña también en esta nueva aventura. El misterio, como de costumbre, se resuelve página a página empleando los métodos en los que Enid Blyton se especializó, y los personajes malvados o excéntricos ocupan su lugar como es debido.
Creo que ya comenté que esta serie de relatos, con sus limitaciones, su empleo y abuso de los tópicos más comunes y de la incorrección social y política que en la época era tan habitual, siempre me ha procurado momentos de grata felicidad. Sumergirme en los misteriosos recovecos por los que transita la acción, engolfarme en viajes marinos o aéreos, introducirme en todo tipo de recónditos parajes, ominosos edificios y lúgubres subterráneos a la búsqueda de tesoros enterrados o malvados escondidos me produce un placer que raramente encuentro en literatura de más calidad. Se ve que mi nivel cultural es más bien subcultural.
Y por último, pero no menos importante (seguramente más importante), estos libros contaron en sus páginas con las ilustraciones de Stuart Tresilian, un artista del que hasta que me enfrasqué en esta serie de entradas para el blog no tenía más referencia que estos ocho libros de la editorial Molino, pero que no limitó su labor a iluminar los relatos de la escritora británica.
La imagen de portada de la edición de Molino que poseo es obra de Noiquet, dibujante del que ya hablé en entradas anteriores y que es uno de mis portadistas favoritos. No sé si hubo alguna edición previa como ocurría en los libros anteriores, ni puedo afirmar si la portada que adjunto más arriba lleva ilustración de Pablo Ramírez, de Noiquet o de otro artista. De los dos últimos libros de la serie me ha sido un problema encontrar imágenes en condiciones de las distintas ediciones, por lo que ruego se me excuse.
Espero que estas ocho entradas hayan satisfecho a los lectores amantes de la obra de Blyton y a quienes admiran el arte de Tresilian. De mí puedo decir que he disfrutado elaborándolas.
Y concluyamos ya. Pasemos a lo que importa: aquí están las ilustraciones de este libro.
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