La historia de Miguel Mayer
El relato de una historia
Cada vez se me hace más complicado mantener una presencia constante en este rinconcito de la memoria frívola, como sería mi deseo: en primer lugar, mi limitada capacidad para el trabajo informático, al que llegué un poco por casualidad y cuyos secretos, métodos y herramientas voy aprendiendo poco a poco a base del sistema de prueba y error, con más errores que pruebas. A ello se une que me manejo con una línea de internet que llega a través de cable de cobre, algo al parecer medieval que ya sólo va quedando en el rural gallego en donde me encuentro o en sitios parecidos, con una velocidad máxima de tres megas (no me preguntéis qué significa eso, no tengo demasiada idea, pero suena a muy poco), los tests de velocidad me han dado cifras de descarga de 2,65 cuando la cosa marcha de miedo (normalmente no llega a dos megas) y de 0,75 de subida, que estas semanas pasadas llegó a cifras de 0,001.
En estas condiciones se puede suponer el tormento que significa intentar mantener diariamente el blog, como fue mi intención en un principio.
Sirva este proemio como intento de excusa por el inexcusable retraso en continuar las aventuras de nuestro enmascarado corsario, que vuelve al fin, con un nuevo número en el que se le ofrecen más aventuras, un nuevo enemigo a la vista y peripecias de las que podemos disfrutar a continuación.
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