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sábado, 10 de agosto de 2019

Más recuerdos rescatados de la burbuja

    

UNA DE INDIOS

Watami, de Oesterheld y Moliterni
  
Vuelvo a revisar el casi frío cadáver de mi primer blog, abandonado en la red hace años como un astronauta perdido en el espacio. Creía haber recuperado todo lo que mereciera mínimamente la pena, pero ayer, en una tertulia de una de esas redes sociales que, aunque no sirvieran para otra cosa, al menos tienen la virtud de refrescar a veces mi vacilante memoria, alguien comentó un libro de la argentina editorial Record que reeditaba el primer episodio de una antigua serie del Oeste de Héctor G. Oesterheld que, mira tú por dónde, yo había puesto hace años en mi burbuja. Comprobando que esta entrada no la había recuperado aún, la traigo hoy a este nuevo rincón, como vengo haciendo desde hace tiempo con otras cosas que me parecieron salvables de aquel naufragio digital. Mantengo el mismo protocolo: comienzo con esta pequeña presentación, vuelco las imágenes, convenientemente re-restauradas y repito los comentarios originales perpetrados en La Burbuja de Alejandro.
    
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Portada de un ejemplar de Misterix.
La historieta argentina no tuvo muchas facilidades para distribuirse en España en la época dorada del tebeo. Destacan en mi memoria la firma de Oski, cuyos dibujos humorísticos aparecían en varias colecciones de Bruguera, y el Cisco Kid de José Luis Salinas, que se publicó en alguna revista gráfica, como Sucedió, si bien el caso de la obra de Salinas es especial al no tratarse de una historieta específicamente argentina, sino de material de prensa estadounidense. Revistas históricas como Patoruzú, Billiken, Intervalo, Rico Tipo, El Tony… no empezaron a verse por nuestro país hasta los años setenta, cuando llegaron también otras como Pimpinela o Misterix, aunque nunca tuvieron una distribución normal y sólo podían conseguirse por medios complicados.
Ediciones Record recuperó algunas historias de los mejores autores del tebeo argentino en su colección de libros recopilatorios Serie de Oro. Creaciones de Salinas como Los tres mosqueteros y Hernán el corsario pudieron disfrutarse por fin, aunque la edición no gozara de la calidad merecida.
Entre las obras que recogió aquella colección se encuentra uno de los más delicados trabajos del maestro Héctor G. Oesterheld: Watami.
Imagen que ocupaba
la cubierta desplegada del libro.
Se trata de una serie de relatos aparecida en la segunda época de la revista Misterix y centrada en las peripecias de un joven guerrero cheyenne cuya tribu resulta aniquilada en un ataque de los kiowas. Oesterheld no pretende con esta historia narrar la conquista del Oeste ni la lucha entre indios y blancos, sino que se limita (si puede hablarse de limitación) a reflejar la vida de los indígenas americanos antes del choque con la civilización. La escritura del gran autor del tebeo argentino brilla de manera especial en estos relatos, menos apreciados de lo que pienso que merecen. La abundancia de textos de apoyo, hoy día considerada un defecto, define un ritmo pausado que probablemente aleje a los lectores acostumbrados a la ficción actual, pero que para quien, como yo, aprendió a leer en aquellos tebeos llenos de texto es gratificante cuando añade algo que el dibujo por sí mismo no explicita.
Jorge Moliterni, encargado de llevar a la página los textos de Oesterheld, era ya cuando dibujó Watami un dibujante experimentado, con un estilo clásico, detallado y realista que se cuenta entre mis preferidos del tema del Oeste americano. Había sucedido a Hugo Pratt en las series Sargento Kirk y Ernie Pike, en las que consiguió demostrar una calidad que no desmerecía de su predecesor, además de dibujar varias colecciones de éxito, como Leonero Brent o Lord Crack. Este primer episodio de Watami puede servir de muestra de sus evidentes méritos como narrador en imágenes.
[Publicado originalmente el 20 de diciembre de 2009 en La Burbuja de Alejandro]

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