Las ilustraciones de Stuart Tresilian para Enid Blyton
Aventura en el barco
Sexto episodio de la serie 'Aventura'
El libro que traigo hoy al blog representó para mí el descubrimiento de Enid Blyton, y después de más de sesenta años y muchas relecturas sigo considerando que es el mejor de la serie y seguramente el más conseguido de todos los de la autora.
Si es cierto que la literatura de Blyton se basa en algunas fórmulas aventureras limitadas y repetitivas, que sus personajes y circunstancias son poco realistas, y para el lector hispano de aquellos años en los que yo lo leía tan extraños como si hubieran bajado de otro planeta, en este libro la escritora británica consiguió sujetar bastante su exaltada imaginación y permitió que los personajes que rodeaban a los cuatro protagonistas tuvieran un poco más de contenido que los falsificadores, traficantes de armas y malvados de todo tipo con los que enfrentaba a los chavales libro tras libro. La trama, tan simple como la búsqueda de un tesoro a partir de un mapa encontrado en un barco encerrado en una botella, se desarrolla con facilidad y se sigue con agrado.
Enid Blyton había decidido que la serie concluyera con este volumen, en el que, tras seis cursos lectivos, sus protagonistas ya empezaban a salirse de la edad en la que los había recluido. Por ello, al final de la aventura la señora Mannering, madre de Jorge y Dolly, y el detective Bill Cunnigham (Bill Smugs para los chicos) se comprometen en matrimonio y deciden encargarse de los cuatro chavales, y colorín colorado... Pero el éxito de ventas y la exigencia de los lectores forzaron a la escritora a prolongar por dos libros más las aventuras, aunque realmente esos dos últimos episodios son los más flojos de todos.
Las ilustraciones de Stuart Tresilian siguen siendo lo mejor del programa, en mi opinión, y como en los dos números que faltan Tresilian continuó encargándose de iluminar las páginas de Blyton, tengo la intención de traerlos también a este rincón pronto.
[Como ya comentaba ayer, el nuevo sistema de Blogger impone algunas limitaciones: no me permite poner pies a las imágenes ni ordenarlas de dos en dos como hacía antes, no sé si encontraré alguna otra cosa fastidiosa].
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