Buscar en este blog

viernes, 3 de agosto de 2018

El Coyote (I)

   

Algo más que un heredero de El Zorro

Un estupendo serial con magníficas ilustraciones
   
El personaje de Mallorquí nació, evidentemente, bajo la influencia de El Zorro, el espadachín enmascarado creado por Johnston McCulley en la novela The Curse of Capistrano. En su primera aparición, el nuevo justiciero del antifaz y el sombrero mexicano apenas se diferencia de su predecesor sino en el uniforme y el marco temporal, que motiva la sustitución del florete por los Colts y la nueva situación política de California, ahora un territorio de la Unión. Pero Mallorquí es un estupendo escritor, con muchos más recursos de los que adornaron al creador de El Zorro. Tras una primera época de tanteos y aventuras que se diferenciaban poco de las de otras muchas novelas que abarrotaban los quioscos de los años cincuenta, la saga de César de Echagüe fue tomando vuelo y confirmándose como un mundo mucho más complejo y consistente de lo habitual en la literatura popular de la época.
La imagen gráfica del personaje no fue inicialmente obra de Francisco Batet, que empezó a ilustrar las novelas desde que Clíper aceptó la propuesta del autor de convertir en una serie regular con protagonista fijo aquel título monográfico publicado en su colección Novelas del Oeste. Mallorquí había presentado la idea de la serie a la editorial Molino, que la rechazó, por lo que el autor la ofreció entonces a Clíper, que la aceptó y la convirtió en uno de los mayores éxitos del quiosco español.
La novela inicial llevaba en su portada una imagen de Batlle en la que no figuraba el protagonista, y los dibujos interiores fueron obra de Alejo Coll, que debe ser considerado, por ello, responsable inicial de la imagen del Coyote.
El tema de aquella primera novela es conocido: César de Echagüe, un joven amanerado y de modales exquisitos, regresa a Los Ángeles tras una supuesta estancia en España y consigue abochornar a su padre y a su prometida con su imperdonable falta de valor y su blanda actitud ante el invasor yanqui, pero en realidad se trata de un disfraz que oculta su personalidad de luchador enmascarado defensor de los californianos contra el abuso y la opresión. En la novela se presentan algunos de los personajes que acompañarán a César de Echagüe en su larga lucha durante toda la colección: su padre, el  viejo don César, que morirá pronto y desaparecerá de la colección, no sin antes descubrir finalmente que su hijo no era el cobarde que pensaba; Leonor de Acevedo, el amor del Coyote, heredera del segundo mayor rancho de la región, que también abandonará pronto las páginas de la colección, ya que fallece al dar a luz al primogénito de César de Echagüe; la hermana de César, Beatriz, y Edmons, su prometido (una importante figura política estadounidense), que marcharán a Washington tras su boda; Julián, el mayordomo y mano derecha del dueño del rancho de San Antonio, y su hija Guadalupe, a quien Mallorquí olvidó haber matado en el primer número y resucitó posteriormente dándole un importante papel central en el resto de la serie. Se trató de un error garrafal que el autor reconoció y excusó y que se corrigió en las reediciones de aquel primer número.
A continuación, la portada de la reedición como número extra de la colección de Clíper de aquella primera salida de El Coyote en Novelas del Oeste, con la ilustración de Batlle, y las seis páginas interiores con imágenes de Alejo Coll:
   




Mallorquí retomó a su héroe en el primer número de la colección, La vuelta del Coyote, una tópica historia en la que el asendereado César, recuperado de la herida recibida en su aventura anterior y "retirado" de sus hazañas justicieras tras su matrimonio con la hermosa Leonor, se ve obligado a tomar de nuevo sus armas y su disfraz para impartir justicia del modo más expeditivo. Fue en esta novela donde Mallorquí dio muerte a Guadalupe, la hermosa hija de Julián, el capataz del rancho, olvidándolo más adelante y "resucitándola" para hacerle ocupar un puesto central en la serie.
En este número aparece por primera vez la inconfundible imagen de la portadilla de la colección, que he empleado como cabecera de esta entrada. Las ilustraciones, tanto la de portada como las interiores son de Batet, ninguna de ellas a toda página, como sería habitual más adelante.
  




El segundo número de la colección tiene más relación con las novelas policiacas de Agatha Christie que con el western, con un asesinato en una habitación cerrada y sospechas sobre César de Echagüe, que debe hacer uso de sus células grises además de emplear sus armas con la habilidad acostumbrada. Un episodio intrascendente, pero que se lee con agrado, ilustrado por Batet con cinco imágenes a buen tamaño, pero sin llenar todavía la página.
    



    
A continuación Mallorquí metió a sus personajes en la, para mí, más floja y peor resuelta de sus novelas. Por un mal justificado y muy poco creíble encargo de su cuñado Edmonds Greene, César y su esposa correrán una peligrosa aventura durante la cual los papeles de ambos cónyuges se exageran hasta caer en la caricatura, con un Echagüe afeminado y cobarde y una Leonor mandona y marimacho. La cosa no daba demasiado de sí, y la novela se lee y se olvida sin problema.
   




   
Tras esta novela, Mallorquí, inesperadamente, decide eliminar el personaje de Leonor de Acevedo. En el número siguiente se nos presenta a César de Echagüe viudo diez años después, apenas recuperado de su pérdida y retomando su labor justiciera. Según explica de modo accidental un personaje secundario (uno de los frailes que el Coyote heredó de El Zorro), Leonor falleció al dar a luz al primogénito del estanciero. En sucesivos libros se nos irá explicando cómo el atribulado Echagüe, herido por el dolor, abandonó su rancho y a su hijo, al que acusa de la muerte de su esposa, no regresando hasta pasada una década, siendo Guadalupe la encargada de educar al hijo del Coyote.
En esta novela Mallorquí echó mano de un recurso que repetiría luego más de una vez: un niño asiste al asesinato de su padre y jura tomar venganza, lo que conseguirá, años después, con la ayuda del Coyote, tras haber dedicado su vida a convertirse en un temible pistolero. Como no podía ser de otra forma, el amor le devuelve al buen camino y todo acaba felizmente.
   



     
Aparte del hecho de la viudez de César de Echagüe, ni esta novela ni la que siguió, El Coyote acorralado, aportan gran cosa a la serie. Esta última es un bien resuelto ejercicio de acción que lleva al enmascarado a un oculto valle en el que un grupo de facinerosos intentan fundir las piezas de un antiguo tesoro azteca para evitar que la autoridad lo reclame. Tras una sangrienta lucha en la que el Coyote no deja un solo enemigo con vida, el tesoro será salvado y recuperado para el museo. Una historia más bien sosa y sin demasiado interés. La labor de Batet, eficaz como siempre, tampoco se muestra aquí demasiado destacable, repitiendo el dibujante la imagen de portada en una de las ilustraciones interiores en blanco y negro, sin apenas otro cambio que la falta de color.
   



    
La escasa duración del relato de este número se completó con una breve semblanza del famoso pacificador de ciudades salvajes Wyatt Earp, resuelta en cuatro brochazos por Mallorquí y con un par de ilustraciones de Batet en su línea.
   
     
El número 6 (séptima novela de la serie si tenemos en cuenta la inicial publicada fuera de la colección y reeditada como número extra 0 por Clíper) presenta un nuevo personaje que tendrá gran importancia en adelante, Ricardo Yesares, un californiano de antigua familia venido a menos a quien Echagüe alista en su lucha justiciera, aprovechando el parecido entre ambos para hacerle actuar en su lugar cuando fuera necesario.
La llegada de Yesares a la colección dio lugar asimismo a la creación de la Posada del Rey Don Carlos, un establecimiento hostelero que tendrá gran importancia en adelante en las aventuras del enmascarado. La actuación de Yesares como doble de don César sólo tuvo lugar en un escaso número de episodios, pasando a ser posteriormente un eficaz ayudante del Coyote en menesteres menos destacados.
La ilustración de portada de este número no está firmada por Batet, sino por Moreno, y muestra un personaje que no guarda relación con el contenido, lo que hace sospechar que se aprovechó una imagen de archivo por imposibilidad del dibujante de cumplir el compromiso.
   


   
Hasta aquí este primer repaso a la obra magna de Mallorquí. En entradas sucesivas seguiré mostrando otras imágenes, tanto de las distintas ediciones ilustradas por Batet y los dibujantes que le sucedieron como de las versiones en historieta. Este primer intento apenas da idea de la calidad del trabajo de Batet a lo largo de los años que se publicó aquella primera edición de El Coyote.
Las novelas que he empleado para obtener las imágenes escaneadas se han leído y releído cientos de veces, como puede notarse por el mal estado general. Muchas las heredé de la biblioteca paterna, y otras las fui consiguiendo en rastros y mercadillos. Nunca he sido un lector cuidadoso, confieso, me gusta leer pasando el dedo por las líneas de texto, acariciando las páginas y pasándolas entre los dedos. No creo que nunca pueda acostumbrarme a los libros digitales, en los que estas manías no tienen lugar: la lectura en ellos tiene muchas ventajas, desde luego, pero, para mí, les falta alma.

2 comentarios:

  1. Carlos De Gregorio, buen amigo y experto en el tema, me comenta que, en contra de lo que yo afirmaba en la entrada, la primera novela de El Coyote no se publicó en la Editorial Molino, sino en la colección de Clíper "Novelas del Oeste". El error proviene, seguramente, del hecho sabido de que Mallorquí ofreció a Molino, una vez publicada la primera novela, convertirla en una serie, lo que fue rechazado, trasladando el autor la oferta a Clíper, que sí la aceptó. He corregido en el texto el error y espero que ahora quede claro.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por la mención, y enhorabuena por este magnífico blog en el que nos muestras tantas joyas de la cultura popular. ¡Y feliz verano!

    ResponderEliminar