En estos días un almanaque es lo más oportuno
Aquí está el nuestro
Cuando se acercan los festejorios familiares de la Navidad, el mundo del tebeo está (¿estaba?) obligado a producir sus almanaques festivos, con pavo, turrón y arbolito. Para no ser menos, vamos a revisar en el blog uno de aquellos extraordinarios navideños, el que publicó la catalana editorial Marco a finales de 1947, cuando a este viejo lector aún le faltaban unos días para ver la luz de este mundo.
El Almanaque extraordinario de 1948 de Marco no destacaba por su aire festivo: en sus veinticuatro páginas sólo una viñeta hacía referencia a las celebraciones de fin de año, la que hemos puesto en portada, pero uno tampoco es demasiado riguroso en esos temas. Celebremos con la familia los ágapes, cantemos villancicos y traseguemos espumosos cavas, aquí nos limitaremos a disfrutar de las aventuras de nuestros viejos conocidos Cebollita y Rabanito, Hipo, Monito y Fifí y Tontolote y Pirulo, de la mano de Emili Boix; de El Puma y el valiente Orlán que nos dibujaba Boixcar cuando aún no era el rey del tebeo bélico, y de Narizán, el tarzánido de Esbert (dibujante a quien conocíamos más como Ayné cuando dibujaba el Conejito Atómico).
Y por si no acaso no pudiera cumplir con mi autoimpuesta labor de divulgación y recuerdo historietero hasta después de las fechas navideñas, deseo a todos los visitantes de este rincón las más felices fiestas y un año nuevo próspero y sobre todo feliz.
El Almanaque extraordinario de 1948 de Marco no destacaba por su aire festivo: en sus veinticuatro páginas sólo una viñeta hacía referencia a las celebraciones de fin de año, la que hemos puesto en portada, pero uno tampoco es demasiado riguroso en esos temas. Celebremos con la familia los ágapes, cantemos villancicos y traseguemos espumosos cavas, aquí nos limitaremos a disfrutar de las aventuras de nuestros viejos conocidos Cebollita y Rabanito, Hipo, Monito y Fifí y Tontolote y Pirulo, de la mano de Emili Boix; de El Puma y el valiente Orlán que nos dibujaba Boixcar cuando aún no era el rey del tebeo bélico, y de Narizán, el tarzánido de Esbert (dibujante a quien conocíamos más como Ayné cuando dibujaba el Conejito Atómico).
Y por si no acaso no pudiera cumplir con mi autoimpuesta labor de divulgación y recuerdo historietero hasta después de las fechas navideñas, deseo a todos los visitantes de este rincón las más felices fiestas y un año nuevo próspero y sobre todo feliz.
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