Herencia pitufa
Astrosniks
España-Alemania, ida y vuelta
Cuando a Peyo se le ocurrió la idea de los enanitos azules que hablaban la monótona y enrevesada lengua schtroumpf no sé si era consciente de que acababa de dar con la piedra filosofal que busca todo autor popular: un producto que llega hasta el último rincón, que lo mismo sirve para la televisión o la gran pantalla que para el videojuego, habiendo nacido en las humildes páginas de la historieta, y que da lugar a una invasión de merchandising con la que se enriquece todo el que tiene la vista suficiente. Y como no podía ser de otra manera, una vez creado el original, las copias no tardaron en acudir a la llamada.
La empresa juguetera alemana Bully Figuren, especializada en la fabricación de figuritas de plástico, vio enseguida la ocasión, y creó a mediados de los años setenta su versión de los personajillos de Peyo, bautizando a sus criaturas como astrosniks. Para marcar la diferencia, casi inexistente, los astrosniks son alienígenas de color verde y viven sus aventuras en un planeta exótico, pero en todo lo demás no dejan de ser un reflejo del mundo pitufo: un colectivo de pequeños hombrecitos coloridos y simpáticos, definido cada uno por su característica principal o por su atuendo especial, que le da su nombre; un jefe supremo único, el Comandante; una solitaria fémina, Astralia; un malvado enemigo, Pérfido, al que le acompañaba un patoso e ingenuo ayudante, Galaxo...
Al carecer de serie televisiva, los astrosniks parecían condenados al rápido olvido. Consciente de esta debilidad, Bully decidió llevar sus muñecos al tebeo, y a principios de los años ochenta encargó a la editorial española Bruguera la creación de historietas de sus personajes. Como guionista fue elegido Jaume Ribera, y los dibujos corrieron a cargo de los hermanos Carlos y Luis Fresno, que firmaban sus trabajos como Fresno's. El resultado, muy digno, fueron cuatro álbumes de 44 páginas, con aventuras bien escritas y muy bien dibujadas que resisten el paso del tiempo.
Traigo hoy al blog el primero de los episodios, con la esperanza de conseguir pronto el resto, especialmente el último, El tesoro Snik, del que guardo muy buen recuerdo.
Como he venido haciendo siempre que me ha sido posible, reproduzco todo el ejemplar, incluyendo las retiraciones de cubierta y las páginas en blanco. En la última de ellas he encontrado la firma de mi hija mayor, una niña de menos de diez años cuando leía estos tebeos. Se me cae una lagrimita...
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