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martes, 14 de julio de 2020

Toutain, Ortiz y los mitos del Oeste (I)

   

Wild Bill Hickcok

   
El Oeste, las historias de pistoleros, indios, jinetes, cowboys, saloons, sheriffs, duelos y tiroteos, mujeres de turbio pasado... Una importante parte de la memoria de quienes nacimos antes de los años cincuenta del siglo pasado trata de aquel espacio heroico. Aquel mundo maravilloso de aventura y heroísmo, extensos paisajes, malvados con carácter, indios salvajes y héroes indespeinables tenía todo lo que un chaval de aquel tiempo necesitaba para gozar de la vida. En los programas dobles de la sesión continua del cine del barrio, en las novelitas que cambiábamos en el quiosco (entonces compuestas de cuadernillos cosidos con hilo, no en la seudoencuadernación "a la americana" que sufrimos hoy en día) o en libros de autores más "reconocidos" (Zane Grey, Fenimore Cooper, Karl May...) saciábamos nuestra sed de aventura.
El tebeo, la historieta española, como no podía ser de otra manera, abrazó aquel género desde sus primeros vagidos, y por sus páginas cabalgaron mil héroes nacidos en Italia (El pequeño sheriff, Jabato, Búfalo Bill) o en nuestra piel de toro (El pequeño luchador, El rey del Oeste, El Jinete Fantasma, Chispita, Dan Barry el terremoto, El Coyote, los Dos hombres buenosYuki el temerario, Mendoza Colt, Apache...), que semana tras semana convertían la gris vida real en un escenario de maravillosos episodios. La mexicana editorial Novaro nos surtía de vaqueros llegados del auténtico mundo en el que existieron en la realidad, o en donde se inventaron. Red Ryder, Hopalong Cassidy, Tomajauk, Gene Autry, Roy Rogers... Aparte del pelirrojo jinete de Fred Harmann y un poco del enmascarado Llanero Solitario, el resto de aquellos "auténticos" vaqueros fueron siempre mucho menos "reales" que los "nuestros". Su lucida vestimenta y sus más bien sosas aventuras tenían poco que ver con la maravilla del oeste a la española, aunque el lujo del color y el precio disparado de sus revistas les aportaban un caché incomparable.
Pasada la fiebre del cuaderno, terminada la década prodigiosa, en la que el tebeo español sufrió una decadencia imparable, machacado por la censura, oscurecido por la llegada de los superhéroes en pijama de Marvel... y seguramente con la generación que vivió la edad dorada dedicada más a buscar los números perdidos de las colecciones amadas que a engancharse en nuevas aventuras y los lectores nuevos con gran parte de su tiempo ocupado en otras atracciones modernas, especialmente, pero no sólo, la televisión, llegó el momento del despertar del "comic", el tebeo adulto. El punto culminante de aquella revolución fue la aparición, en 1977, de la revista Totem, de la editorial Nueva Frontera, en la que por fin el aficionado español pudo leer en su idioma páginas y páginas de autores de los que llevaba mucho tiempo oyendo pero que no estaban al alcance de muchos: Hugo Pratt, Guido Crépax, Moebius... En la estela de Totem, Nueva Frontera lanzó otras dos cabeceras, Blue Jeans y Bumerang, y otros sellos se lanzaron por el camino abierto. La historia del tebeo español había pasado una página, y desde entonces comenzó a ser ya otra cosa.
En la revista Blue Jeans se publicaron una serie de historietas dedicada a figuras más o menos auténticas del Oeste con guiones de Josep Toutain y potentes dibujos de José Ortiz. Los héroes retratados fueron Wild Bill Hickok (en dos episodios, aparecidos en los números 8 y 9), Bat Masterson (número 10), Sitting Bull (número 21), Billy the Kid y Pat Garrett (número 22), Jim Bowie (número 23), Butch Cassidy (número 24) y Wyatt Earp (número 25). Con esta entrada inicio la recuperación de las siete leyendas que Toutain y Ortiz reflejaron en sus historietas. Con ustedes, el salvaje William Hickok.

   







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