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viernes, 13 de noviembre de 2020

Ciencia ficción a la española

       

Diego Valor

¡El piloto del futuro!

   
Quienes vivieron los años del medio siglo pasado con la edad adecuada es imposible que hayan olvidado a Periquín, a Maginet Pelacañas, a Pepe Iglesias el Zorro, el Carrusel Deportivo, Ustedes son formidables o la Cabalgata fin de Semana... 
La radio era en aquellos años pretelevisuales la auténtica ventana al mundo para una generación que vivía en el mejor... no, en el único país en el que merecía la pena vivir. Y a través del inmenso y luminoso aparato Inobalt ("la única radio con el voltímetro dentro") llegaban a casa desde Radio Juventud de España las proezas de Supermán (aunque de repente el héroe volador, sin perder sus superpoderes, se convirtió en El Inspector X, seguramente por imposición de la editorial yanqui propietaria del hombre de acero), y desde la SER (Sociedad Española de Radiodifusión), a través de la emisora capitalina, Radio Madrid, las aventuras en el oeste americano de César Guzmán y Joao Silveira (los Dos Hombres Buenos de José Mallorquí) y, sobre todo, las odiseas estelares del comandante Diego Valor y sus compañeros el capitán Miguel Portolés, los tenientes Hank Hogan y Pierre Laffite, la princesa Kira y la intrépida doctora Beatriz Fontana, que lucharon en Venus contra el malvado Mekong de los wiganes, en Marte contra su hijo Senrok (el Príncipe Diabólico) y su siniestra madre (la malvada Frieya), en Júpiter contra los hombres sin rostro...
A sugerencia de un buen amigo me decido al fin a continuar subiendo al blog al héroe inmarcesible de los espacios interestelares radiofónicos españoles. Hasta ahora no me había atrevido apenas más que a comentar en una entrada el fenómeno que supuso Diego Valor en los años de mi infancia, a mostrar los dos primeros números en otra y a volcar en una tercera las páginas de la continuación que se publicó en la década de los sesenta en el suplemento de historietas de la revista La Actualidad Española. Y esto, por dos razones: la primera, que el "verdadero" Diego Valor era el sonoro, el intangible, el ya perdido que nos mantuvo pegados al aparato de radio cinco días a la semana durante años, siendo los tebeos, casi lo único que queda, una muy pálida imagen de lo que fue aquella serie galáctica. 
El dibujante elegido inicialmente para llevar a la historieta las aventuras de Diego Valor, Francisco Blanes, abandonó la tarea a las pocas páginas, siendo sustituido por Adolfo Buylla y Braulio Rodríguez, Bayo, que se repartieron el trabajo desde entonces. Hasta el sexto número de la colección, los cuadernos no mostraban en portada el título del episodio, que sólo aparecía en la última viñeta del número anterior. Obligados a traducir a viñetas el contenido de los episodios radiofónicos con la amenaza del plazo de entrega, Buylla y Bayo hicieron lo que pudieron, abandonándose cada vez más hasta que, en los últimos números de la primera época, la calidad del dibujo había llegado a ser ya francamente penosa, y en cuanto a los guiones, sólo puedo decir que Jarber hubiera debido limitarse a escribir los episodios radiofónicos y dejar los tebeos en manos de un auténtico guionista. El trabajo de Enrique Jarnés, en principio, consistía en adaptar los relatos del cómic británico Dan Dare, "inspiración" de las aventuras del comandante Valor y los suyos, pero no tardó en olvidar su modelo y envolver a sus personajes en una contienda bélica en la que se reproducían, idealizadas, muchas circunstancias de la reciente guerra civil española. Algunos hallazgos de la escritura radiofónica de Jarber se convertían, en su traslado a la historieta, en fallos evidentes: la desaparición del narrador omnisciente, con su función sustituida por los floridos diálogos en los que se transmitía toda la información necesaria, por ejemplo, funcionaba perfectamente en el programa sonoro, pero el empeño de mantener aquellos diálogos en las viñetas los hacían "sonar" redundantes y nada creíbles.
Decía que había dos razones para no atreverme a subir a Diego Valor al blog: la segunda, y para mí la más decisiva, es que mi colección está encuadernada en tal forma que el escaneado de las páginas es un tormento, aparte de que muchas páginas están refiladas salvajemente, recortándose por los márgenes parte de las viñetas. Pese a ello, voy a intentar hacer algo con esto a ver cómo resulta.
    
En la imagen, la portada del tercer número tal como aparece al digitalizarla desde el tomo encuadernado.
    
Decidido pues a intentarlo otra vez, comienzo hoy esta aventura de nuevo desde el principio. Aquí están, así pues, los tres primeros números de la colección de pequeños cuadernillos apaisados que Ediciones Cid lanzó a mediados de los años cincuenta. He renunciado a escanear el ejemplar original del número inicial de la colección, el peor conservado de los míos, con la portada destrozada y pegada astrosamente con celo, haciéndolo en su lugar con una reedición ofrecida por la revista Primeras Noticias. Esto supone que el color no es el original (el de la reedición es realmente horrible), pero no veo manera de mejorarlo.
   
Última página del primer número. A la derecha se puede apreciar la pérdida de calidad del coloreado de la reedición de Primeras Noticias.
    
Aquí comienzan las aventuras de Valor y sus amigos.
   















    
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