El Corsario Sin Rostro #1
Una emocionante historia de piratas de Manuel Gago
A finales de los años cincuenta, Manuel Gago, concluida ya su etapa en Editorial Valenciana, con Purk y El Espadachín Enmascarado finalizadas y El Guerrero del Antifaz en manos de Matías Alonso, dedicó toda su energía a producir para su sello familiar Maga innumerables colecciones, entre las que destacaron dos de géneros entonces muy en boga: las aventuras prehistóricas y los relatos de piratas. Pienso que estas dos colecciones son los trabajos más conseguidos del autor.
Piel de Lobo, la serie prehistórica a la que me refiero, se mantuvo en el quiosco durante noventa semanas con buena aceptación del público y se cuenta indudablemente entre las obras más atractivas del dibujante que, aunque nacido en Valladolid, figura como uno de los más representativos de la escuela valenciana del cuaderno de aventuras.
La colección que hoy se asoma a la memoria frívola, El Corsario Sin Rostro, es una historia de piratas concebida como un relato unitario y completo, a diferencia de lo que ocurría con la mayoría de las series de la época, que enlazaban los episodios saltando de aventura en aventura. Y mientras en Piel de Lobo la trama se alejaba de los dramas, venganzas y tragedias familiares habitualmente presentes en las obras anteriores de Gago, abandonándose a un derroche de fantasía delirante en un mundo poblado de razas, bestias y personajes de lo más sugestivo, El Corsario Sin Rostro retomaba las tramas basadas en las identidades secretas, los amores desairados y el protagonista atormentado.
La relativa brevedad de esta colección es uno de los elementos que la hacen atractiva y fácil de leer. Gago, por otra parte, consiguió realizar en estos cuadernos, en especial en los primeros números, algunas de las más hermosas páginas que le permitió la urgencia con la que se veía obligado a realizar su enorme producción.
Este primer número es una buena muestra de lo que digo: Gago abandona aquí el corsé de las filas de viñetas y juega con la composición de la página con más libertad, cuidando más el detalle y esforzándose en la definición de los personajes. No dudo que cualquier buen aficionado sabrá disfrutarlo.
Piel de Lobo, la serie prehistórica a la que me refiero, se mantuvo en el quiosco durante noventa semanas con buena aceptación del público y se cuenta indudablemente entre las obras más atractivas del dibujante que, aunque nacido en Valladolid, figura como uno de los más representativos de la escuela valenciana del cuaderno de aventuras.
La colección que hoy se asoma a la memoria frívola, El Corsario Sin Rostro, es una historia de piratas concebida como un relato unitario y completo, a diferencia de lo que ocurría con la mayoría de las series de la época, que enlazaban los episodios saltando de aventura en aventura. Y mientras en Piel de Lobo la trama se alejaba de los dramas, venganzas y tragedias familiares habitualmente presentes en las obras anteriores de Gago, abandonándose a un derroche de fantasía delirante en un mundo poblado de razas, bestias y personajes de lo más sugestivo, El Corsario Sin Rostro retomaba las tramas basadas en las identidades secretas, los amores desairados y el protagonista atormentado.
La relativa brevedad de esta colección es uno de los elementos que la hacen atractiva y fácil de leer. Gago, por otra parte, consiguió realizar en estos cuadernos, en especial en los primeros números, algunas de las más hermosas páginas que le permitió la urgencia con la que se veía obligado a realizar su enorme producción.
Este primer número es una buena muestra de lo que digo: Gago abandona aquí el corsé de las filas de viñetas y juega con la composición de la página con más libertad, cuidando más el detalle y esforzándose en la definición de los personajes. No dudo que cualquier buen aficionado sabrá disfrutarlo.
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