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domingo, 24 de diciembre de 2017

Cromos sin álbum 3

¡Ah, dulces recuerdos!


El Quijote de Segrelles (II)
     
Quince cromos más de Segrelles nos invitan a profundizar en la primera parte de la inmortal novela. Treas las imágenes, como de costumbre, se reproduce el texto que las acompañaba en la entrada del blog de La Burbuja de Alejandro.

















Los cromos que comprábamos en el quiosco, escondidos en sus sobrecitos, suponían siempre el riesgo del gasto inútil: aquellas perras gordas escatimadas con tanto sudor de la escasa paga semanal podían acabar desperdiciadas en un par de cromos repetidos. Pensándolo con perspectiva, supongo que la mayoría de las veces los cromos nos los compraba papá como un extra, porque la paga se nos escapaba en chucherías (¡aquellas pastillas de leche de burra, las pipas de girasol o los palitos de regaliz, paloduz o palulú, que decíamos los pequeños!). Por eso, los repes eran una plaga, y además solían ser los que todos teníamos, y no había manera de cambiarlos, nos encontrábamos con un paquete de repetidos de todas las colecciones que nadie quería, y no conseguíamos los “difíciles” de ninguna manera. Más complicado aún era completar las colecciones que ofrecían los chocolates. Para ello había que conseguir que nuestras madres compraran el Vita-Cal, Nogueroles, Matías López, con sus cromos de Diego Valor, Suchard o Nestlé. Estas colecciones tenían el plus de la golosina, naturalmente, el placer de roer la onza de chocolate en finas láminas que se deshacían en la boca prolongando el rito durante media tarde mientras leíamos los tebeos que habíamos cambiado o alquilado… 
Supongo que nuestros abuelos disfrutarían de los chocolates Amatller del mismo modo, pero ellos tuvieron la suerte de coleccionar esta maravilla en su momento. ¡Cómo les envidio! Como sucedáneo, aquí está la segunda entrega.
[Publicado originalmente el 27 de julio de 2009 en La Burbuja de Alejandro]

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