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domingo, 31 de diciembre de 2017

El significado del arte


Mike Kaluta, un artista con buena Sombra

  
Despedimos el año recuperando otra entrada del blog de la Burbuja dedicado a un dibujante al que admiro y a un personaje que me enganchó desde que le descubrí en aquellas inolvidables novelitas de Editorial Molino, cuando el siglo veinte, cruzado su ecuador, se acercaba a los sonoros años sesenta. Como ya es costumbre, respeto los textos originales de aquella entrada.



No estoy muy seguro de saber qué es el arte ni qué significa exactamente el adjetivo “artístico”, y me temo que hay mucho papanatismo (esnobismo dirían los cursis) en el respeto al criterio de los profesionales de la crítica sobre algo tan personal como el gusto.
Hubo un pintor que dijo que arte es cualquier cosa que hace un artista… ¡y colgó un urinario en una exposición! Durante siglos, los mecenas (reyes, nobles, papas, obispos) habían definido lo que era el arte y mantenido a los artistas a su costa como parte de su servidumbre. Después fueron los ricos coleccionistas los que con sus compras marcaron la pauta de lo que debía considerarse arte. Vivimos ahora un tiempo en el que sólo es arte aquello que los críticos dicen que lo es. Quizá sea hora de que cada uno de nosotros decidamos qué es o no es arte para nosotros.
No recuerdo la edad que tenía cuando leí una novela holandesa no muy conocida que describía la tragedia de una comunidad que se ve asaltada por el desastre cuando el dique del que depende su seguridad se desmorona, un libro que sólo era la segunda parte de otro que yo no había leído, de un autor del que nunca había oído hablar y del que no he sabido nada más ni me he molestado en investigar, Arie van der Lugt (ni siquiera estaba seguro de la grafía del apellido, hace muchos años de todo esto). Aquel libro, Dios agitó las aguas, entró a formar parte de mi experiencia artística. No me refiero a la emoción de la historia narrada, a la simpatía por los personajes o a la perfección de la escritura. Todo esto forma parte del encanto, pero la suma es mucho más, es un placer diferente a cualquier otro. Yo entiendo por arte lo que es capaz de provocar en mí esa sensación, y no siempre coincide con el juicio de los expertos.
Este exordio viene a cuento de esta pequeña joyita que Mike Kaluta dibujó en 1971 y que he recuperado de uno de aquellos tomos que las editoriales montaban (¿aún lo siguen haciendo?) con los sobrantes de edición de alguna colección, embutiendo tres o cuatro números en una cubierta de cartulina, sin molestarse siquiera en quitarles antes las grapas para coserlos juntos ni eliminar las portadas de cada ejemplar. Pocas veces compré alguno de aquellos “retapados”, sólo en el caso de números sueltos de colecciones que tenía incompletas inencontrables de otra forma, pero amigos conocedores de mi afición me regalan cuantos pillan en cualquier mercadillo, y a veces descubro cosas que se me habían escapado. Ésta fue una de ellas.
  
  
  
Sí, lo sé, sólo es un gag desarrollado con más o menos fortuna en cuatro páginas que aprovecha el poso de nostalgia de los lectores de las viejas aventuras de Flash Gordon, pero ahí, en esas hojas de papel, un artista ha conseguido hacer sonar una nota que no es nueva para mis oídos, ha vertido una gota de esencia que ya había percibido antes mi olfato, y me ha hecho sentir una felicidad que no consiste en escuchar un cuento, sino en sentirse acompañado por la presencia de quien lo narra.
Hay autores y obras que me gustan más o menos, otros que no me gustan nada y otros a los que detesto profundamente, pero existe un tipo de creador artístico (y aquí empleo este concepto en un sentido absolutamente incorrecto que incluye a cuantos yo quiera considerar como tales) cuyo trabajo conecta con un punto sensible en mi interior. Mike Kaluta es uno de estos artistas.
Kaluta no es un dibujante prolífico. Quizá su faceta más conocida sea su relación con Jeff Jones, Barry Windsor-Smith y Bernie Wrightson, con quienes formó aquella especie de comuna artística que se llamó The Studio. Bien, yo no soy un erudito ni un experto, no voy a hacer un análisis crítico sobre el autor o su obra, sus compañeros de aventura ni nada por el estilo. Bastará con poner un episodio de The Shadow, un trabajo que une a su calidad, reconocida por los que saben, algo para mí tan importante o más: me divierte.
  









[Publicado originalmente el 3 de febrero de 2010 en La Burbuja de Alejandro]

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