Barrachina, cantor de cafetín y héroe por accidente
La noche anterior
Sento
Esta entrada es otra recuperación de la vieja burbuja de Alejandro, donde aún permanece, aunque con algunos errores que procuraré corregir aquí. Respeto mis textos originales (como de costumbre reproducidos tras la historieta en cuerpo de letra menor y en negrita), en los que me he limitado a añadir un par de nombres al listado de los autores levantinos que me parecía imperdonable haber olvidado. Más adelante intentaré traer al blog otras historias de Barrachina.
Para empezar, traigo de nuevo la historieta de dos páginas sin palabras Los huevos del emperador, publicada en el número 2 de Bésame Mucho:
Vicente Llobell, Sento, forma parte de la nueva generación de autores que se unieron a los viejos maestros de la edad de oro del cuaderno de aventuras, aportando ideas nuevas y decisión para llevarlas a la práctica. Uno de los núcleos más coloristas y vivos de este renacer del tebeo vino de Levante, como no podía ser menos, con un foco en Barcelona y otro en Valencia, heredero éste de la rica tradición de las editoriales Maga y Valenciana y del espíritu artístico y festivo cuya expresión más espectacular son las fallas y hogueras que se extienden por toda la comunidad.
El tebeo de la época dorada llegaba a todos los rincones y era devorado por una legión de lectores. La lectura de los tebeos era muchas veces un rito público que se realizaba en grupo: en cada barrio había un lugar donde sentarse todos juntos, cada uno con su montón de tebeos para intercambiar y de esta forma poder seguir las aventuras de todos nuestros héroes. También se podían alquilar ejemplares en algunos quioscos o a los más “ricos” del barrio, por un precio que variaba dependiendo de las colecciones o la dificultad del tebeo. Al menos en el ambiente en el que yo me movía, los niños de los años cincuenta no podían permitirse comprar muchos tebeos. Uno o dos a la semana como mucho, más alguno “de risa” que les regalaba su padre. De esta forma, completar una colección era algo verdaderamente difícil.
La bonanza económica vino a cambiar los hábitos sociales y el ocio de aquella juventud, y así comenzó el calvario y la transformación del mundo editorial del tebeo en España. Nuevas aficiones, ¡la televisión!, el cine más accesible, el deporte, los discos… El tebeo dejó de ser el centro del ocio y empezó a perder su aura mítica. Fueron los años del desgaste, las editoriales lanzaron productos cada vez más descuidados, colecciones sobre series de televisión, refritos… y el mercado se fue degradando, ¡y el tebeo era cosa de niños!
En ese momento, los antiguos niños habíamos crecido, empezamos a recibir noticias de otros cómics, el prestigio del cómic americano, francés, italiano, argentino, echó una palada más sobre la tumba aún abierta de nuestros tebeos infantiles… Ya no se cambiaban tebeos, ya había que comprar todo lo que quisieras leer, llegó la hora de las visitas al Rastro, a los distintos mercadillos…
Y en alguna cueva, escondidos, otros dibujantes de los que no sabíamos mucho se preparaban para salir a la luz. Hubo una revista de horrible estética, Star; otra un poco menos fea, El Víbora, y otra con un título de bolero que no sabíamos muy bien qué tenía que ver con los tebeos, Bésame Mucho, y en ellas, entre muchas páginas oscuras, difíciles, incomprensibles para los que no estábamos en el ajo, llenas de sexo, droga y violencia, algunas verdaderas perlas, historietas clásicas que nos hablaban en un lenguaje que aún entendíamos, y gracias a ellas pudimos ir acercándonos al resto de los nuevos artistas. En unos pocos años, esos nombres habían cambiado el panorama del tebeo: Calatayud, Micharmut, Montesol, Scaramuix, Mariscal, Max, Daniel Torres, Gallardo y Mediavilla, Roger, Calonge, Mique Beltrán… Sento.
La historia que ocupa hoy nuestro espacio, La noche anterior, es una obra de Sento publicada en los números 3 y 4 de Bésame Mucho.
[El dibujante se había estrenado en la revista en el número anterior con una historieta muda de dos páginas, Los huevos del comprador (que puede disfrutarse también aquí mismo). El dibujo limpio y anguloso de Sento suple en esta historieta la ausencia de diálogo con su fallera expresividad.]
Barrachina es el cantante de un cabaret que se ve mezclado en un sucio embrollo de enjuagues urbanísticos que realmente no iba con él y del que paradójicamente le ayuda a escapar el levantamiento de los militares en julio de 1936. Sus aventuras aparecieron intermitentemente en Bésame Mucho hasta la desaparición de la revista. El guionista, J. Ferrer, no aparece acreditado hasta el tercer episodio, Adiós, Lulú, publicado en el número 10. El formato apaisado de la primera historia obligó a imprimirla de lado en la página, dificultando la lectura. Las demás entregas fueron verticales. Es una característica muy común de la historieta valenciana la atención al rotulado de los textos. En el caso de Sento es casi una seña de identidad el estilo veloz y afilado de su letra, de una claridad mediterránea que a veces parece cegar al lector.
[El dibujante se había estrenado en la revista en el número anterior con una historieta muda de dos páginas, Los huevos del comprador (que puede disfrutarse también aquí mismo). El dibujo limpio y anguloso de Sento suple en esta historieta la ausencia de diálogo con su fallera expresividad.]
Barrachina es el cantante de un cabaret que se ve mezclado en un sucio embrollo de enjuagues urbanísticos que realmente no iba con él y del que paradójicamente le ayuda a escapar el levantamiento de los militares en julio de 1936. Sus aventuras aparecieron intermitentemente en Bésame Mucho hasta la desaparición de la revista. El guionista, J. Ferrer, no aparece acreditado hasta el tercer episodio, Adiós, Lulú, publicado en el número 10. El formato apaisado de la primera historia obligó a imprimirla de lado en la página, dificultando la lectura. Las demás entregas fueron verticales. Es una característica muy común de la historieta valenciana la atención al rotulado de los textos. En el caso de Sento es casi una seña de identidad el estilo veloz y afilado de su letra, de una claridad mediterránea que a veces parece cegar al lector.
[Publicado originalmente el 24 de abril de 2010 en La Burbuja de Alejandro]
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