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miércoles, 8 de noviembre de 2017

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El Oeste que llega de la Argentina

  
Acudo de nuevo al archivo de mi antiguo blog para recuperar otro de mis viejos intentos de compartir en la esfera digital imágenes e historietas de las que he ido disfrutando a lo largo de los años. En este caso, vuelvo la mirada al Oeste americano, visto con los lápices y pinceles de artistas del Cono Sur. Como de costumbre, reproduzco el texto escrito para aquella ocasión. Creo que, al no estar ligado a ninguna actualidad, no ha perdido vigencia, si es que alguna vez la tuvo.
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El western es el género épico por excelencia del siglo XX. Los códigos que lo rigen han alcanzado la categoría de referentes para los lectores y espectadores de novelas, tebeos, películas, obras de teatro y series de televisión que han narrado la historia y las leyendas de los primeros aventureros europeos que se adentraron en las llanuras de Norteamérica, se enfrentaron a sus pobladores, conquistaron sus territorios y fundaron en ellos un nuevo y poderoso país.
Nuestra memoria rebosa de jinetes, indios, cargas de caballería, galopadas, diligencias, duelos, sheriffs, caravanas de carretas, buscadores de oro, rangers de Tejas, cuatreros, jugadores de ventaja, venganzas, saloons, revólveres Colt o Smith & Wesson, rifles Winchester, el Pony Express, los vigilantes, popularizados por el cine de sesión continua y programa doble...
Los tebeos acogieron aquellos temas desde el primer momento, y fueron incontables los que, unas veces desde el punto de vista del valiente vaquero y otras con el del indio heroico, contaban la misma historia. En España, algunas colecciones fueron traducciones de series italianas. Casi todas las editoriales lanzaron series dedicadas al western,  que contaron con los mejores guionistas y dibujantes del país.
De América nos llegaban también buenos ejemplos de lo que podríamos considerar los “originales” del género, a través de la editorial Novaro, que traducía los comic books estadounidenses protagonizados por los más famosos héroes: el Llanero Solitario, Red Ryder, Gene Autry, Roy Rogers, Hopalong Cassidy, King de la Policía Montada…
Tardamos algo más en descubrir que en “la otra” América, en el Cono Sur, también se dibujaban historietas del Oeste. Algunas revistas, como El Tony, Fantasía, Intervalo, D'artagnan o Misterix empezaron a llegar con cuentagotas, y en sus páginas, mezcladas con traducciones remontadas de cómic estadounidense, descubrimos algunas perlas. El caso de Misterix es especial, por su escasez (era muy difícil encontrar algún ejemplar suelto, y eso era un problema para un tebeo con historias seriadas) y porque fue la puerta por la que nos llegaron las primeras noticias del sargento Kirk de Hugo Pratt. Las revistas de Columba tenían la ventaja de incluir historias completas, entre ellas muchas autóctonas.
Podríamos discutir si las aventuras de héroes netamente pamperos como el cabo Savino deberían considerarse realmente westerns, pero hoy quiero presentar a un personaje del mismo dibujante, Carlos Casalla, y el guionista Carlos Albiac, con el que no cabe la menor duda: Alamo Jim.
La entrada de hoy podemos considerarla extra por su extensión. No he podido resistirme a volcar completo el tebeo, ya que si la historia de Casalla y Albiac es atractiva, la segunda parte del cuaderno incluye un episodio de otro clásico personaje del Oeste de matriz argentina, Jackaroe, con guión de Robert O’Neill y maravilloso dibujo de Dalfiume.
La narración gráfica argentina tiene un tono literario, dicho con el mayor de los respetos, una atención al texto de apoyo y a los diálogos que alcanza su mayor nivel en guionistas como Oesterheld y que después hemos podido disfrutar en las historias de Muñoz y Sampayo, de Trillo y Altuna y de tantos y tantos artistas a los que las circunstancias políticas o económicas del país hermano forzaron a trabajar para el mercado europeo, cuando no a emigrar físicamente (con algunos casos de todos conocidos de desapariciones durante la dictadura militar). Las historietas del Oeste hechas en Argentina gozan de este estilo, más reposado en apariencia, basado en la reflexión mediante el texto, además de un dibujo, como en estos dos ejemplos, brillante. La acción no pierde por ello dinamismo ni la violencia consustancial al género desaparece, pero el lector debe hacer frente a ella con otra visión diferente de la del simple espectador. A mí al menos ésa es la sensación que me da siempre leer estas narraciones que parecen hablarme de algo más que de la venganza de un vaquero o de la lucha contra los indios. Pero eso quizá es sólo un sentimiento personal mío. El caso es que aquí hay un ejemplo de buen tebeo del Oeste, bien contado y muy bien dibujado por dos artistas muy diferentes pero ambos extraordinarios.



















[Publicado originalmente el 30 de enero de 2010 en La Burbuja de Alejandro]

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