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jueves, 21 de junio de 2018

Dibujantes con buen humor

Fernando Costa, de la aventura al chiste

   
En mi infancia, en la marinera ciudad de Vigo, descubrí muy pronto que la vida ofrece múltiples ocasiones de disfrutar de los más diversos placeres (además de la comida, el primero y quizá el preferido). Mis más viejos recuerdos son los de los cuentos con los que me acunaban desde que tengo uso de razón, o antes incluso. Fui encontrándome, sucesivamente, con los juguetes, la radio, la música, la lectura, los tebeos, la amistad y el juego en común, el cine (la televisión llegó mucho después, y es un punto y aparte)...
De las películas que vi de niño destacan en mi memoria un Tarzán (La fuente mágica) y la primera versión de El libro de la selva, con Sabú en el papel de Mowgli. Aquellas historias me dejaron un recuerdo imborrable. Desde entonces, el elefante se convirtió en mi animal favorito, mi tótem, como dirían los entendidos, y cuando en mis pesadillas me ahogaba el terror a alguna amenaza, llamaba con todo mi empeño a los enormes animales, que acudían solícitos en manada y me libraban del peligro. Confieso que todavía ahora hay noches en las que desearía poder contar con la ayuda de mis viejos amigos proboscídeos para escapar de situaciones insoportables.
Este inoportuno exordio viene a cuento porque mi primer recuerdo de Fernando Costa, el autor al que dedicamos hoy el espacio del blog, fue su ilustración de la portada del número 62 de la colección de Ediciones Toray Hombres intrépidos, que correspondía al decimotercer número de la serie Aventuras de dos muchachos y un automóvil, con guiones de Salvador Dulcet. En aquella portada, un elefante barría a un grupo de salvajes amenazadores, y para mí, su intención no era otra que acudir en auxilio de la hermosa protagonista, aunque después descubrí que el elefante era tan amenazador como los negros y sus lanzas.
Algunos años después, Fernando Costa dibujó otra de las colecciones aventureras más destacadas de la época del tebeo clásico, El Cosaco Verde, esta vez sobre guiones de Víctor Mora, que repetía allí los tics y los temas que ya había explotado en Trueno y El Jabato, con otro de sus acostumbrados grupos protagonistas de héroe inmarcesible, joven valeroso, gigante forzudo, cobarde gracioso y ardiente enamorada, consiguiendo pese a todo otra colección estimable con la ayuda del dibujo de Costa, eficaz siempre aunque ya algo rígido para mi gusto.
No tenía más noticias de Fernando Costa, hasta que la revisión del suplemento de humor de El DDT me ha sugerido presentar aquí a aquel dibujante aventurero en su faceta de autor humorístico. Dejo, pues, un buen puñado de viñetas cómicas de Costa, alguna de ellas muy hermosa, a mi juicio.
No quisiera dejar de comentar algo que me inquieta cada vez que me lanzo a escribir sobre mis gustos y disgustos: quizá alguien pueda pensar que me considero alguna especie de autoridad en materia de crítica de cómic, o estudioso o maestro en algo; nada más lejos, mi único bagaje son muchos años disfrutando de los tebeos, el cine, la música, la literatura, los juguetes y cualquier cosa que haga la vida algo más interesante que los saberes prácticos y el interés.
Por eso, cuanto digo aquí ha de tomarse con precaución, porque sólo refleja mi opinión, y mi opinión en el momento de expresarla: no es raro que alguien me convenza luego de lo equivocado de mis valoraciones y me haga  cambiar de criterio. Como he dicho otras veces, el único fin de este blog es compartir experiencias que han sido felices para mí con quienes se sientan interesados, no sentar ningún tipo de cátedra. Afortunadamente, en el mundo de la frivolidad tenemos ya auténticos maestros en toda clase de temas, a los que remito a quienes quieran saber más de estas pequeñas ventanas que voy dejando en el blog.
Y una vez descargada mi conciencia, pasemos a lo que importa, los chistes que Fernando Costa entregó para su publicación en las Selecciones de humor de El DDT.
    
 









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