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lunes, 25 de junio de 2018

Tebeos de miedo de los años setenta

     

Pánico

     
Este fin de semana he hecho un paréntesis en el repaso al humor en viñetas que estoy haciendo sobre la revista Selecciones de humor de El DDT. Aprovecharé hoy para volver la mirada a un tebeo "de miedo" nacido en los últimos años franquistas, cuando se iban abriendo paso muy prudentemente algunas libertades en materia de publicaciones. La censura inexistente seguía existiendo, naturalmente, el sexo era todavía una materia casi inabordable, y los temas políticos no existían, pero empezaban a verse en el quiosco portadas llamativas, y las historietas "para adultos" se permitían poco a poco algunos atrevimientos. Por aquel agujero se iban colando paso a paso historietas algo menos gazmoñas, y nuestros autores empezaron a atreverse a contar historias que muy poco antes no hubieran sido posibles.
Traigo hoy al blog un número de una de las colecciones de Vilmar que llevaron el título de Pánico. Es un cuadernito grapado en el formato que se conocía como "novela gráfica" en el que se incluían cinco relatos, todos inquietantes, alguno espeluznante: 
"El inmortal", con guión de Jaime Carrera y dibujos de Esteban Polls, es una historia tópica sobre la búsqueda de la inmortalidad resuelto con un dibujo efectista; "La casa de la colina", de F. Monllor sobre guión de Manuel Gámez, un cuento sobre otro tema común, la casa misteriosa; "El aullido de la arena", de F. Redondo, nos lleva al desierto, donde dos ladrones caen víctimas de una oscura maldición; "Nueva vida", el siguiente relato, sin firma, basa su eficacia en un final inesperado, y el último, "Tan sólo 100 dólares de menos", también anónimo y también basado en un efectista final, toca el tema del vudú.
La brillante portada de Breá no tenía mucho que ver con el contenido, como solía suceder en estas colecciones, pero era vistosa. 
   

 

 





















 









1 comentario:

  1. Tengo varios, encuentro un cierto encanto en coleccionarlos aunque se trate de malos tebeos. Quizás se deba a que no puedo imaginar la manera en que se proyectó una publicación como esta ni en su rentabilidad.

    Ismamelón Sobrino

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