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miércoles, 6 de junio de 2018

El compromiso de los dibujantes de historietas

   

El Víbora ante el golpe de Estado

    
Cuando se vuelve la vista atrás, a la época histórica que abarca los últimos años de la dictadura, el proceso que quedó bautizado como "transición" y los primeros pasos de esta democracia que se dice que ahora disfrutamos, parece darse por cierto que la sociedad que salió del franquismo estaba compuesta de oprimidas víctimas del régimen totalitario que lucharon denodadamente por su libertad hasta acabar con la tiranía. Quienes vivimos aquellos tormentosos tiempos sabemos bien que no fue exactamente así, que a la llamada de los grupos antifranquistas la respuesta mayoritaria era, como poco, de atemorizada indiferencia, cuando no de antipatía manifiesta, que la sonada lucha antifranquista no la protagonizó el maduro pueblo español, que más bien se fue dejando convencer, y que la sonada victoria contra la dictadura del general gallego dejó irresueltos muchos de los asuntos que deberían haberse puesto en claro.
"Dejadnos trabajar", "a mí no me vengas con política", "eso son cosas de cuatro comunistas", "¿cuándo se ha vivido aquí mejor que ahora"... eran el tipo de respuestas que más se oían cuando se repartían octavillas o se formaba parte de piquetes de huelga. La primera manifestación realmente multitudinaria que recuerdo fue la que acompañó a los abogados asesinados en Atocha en enero del 77, cuando el dictador llevaba ya más de un año enterrado, y fue entonces cuando por primera vez compartí la fe de muchos de los compañeros y camaradas en que el cambio en España era imparable.
El camino hacia la regeneración democrática siguió avanzando, a trompicones, hasta que el 23 de febrero de 1981, con la inestimable aportación del inefable coronel Tejero y sus muchachos, los españoles nos convencimos por fin de que si no queríamos volver a las andadas debíamos hacernos cargo de nuestros deberes como ciudadanos, y no limitarnos a exigir (tímidamente y con respeto, eso sí) unos derechos que sólo existen en los papeles si cada uno de nosotros no está dispuesto a defenderlos con toda la voluntad y la fuerza necesarias.
El golpe de Estado, a pesar de estar más que anunciado, cogió con el pie cambiado a muchos. Los medios de comunicación, por regla general, dudaron mucho antes de mojarse, y salvo las emisoras de radio, el diario El País y pocos más, prefirieron esperar a ver en qué paraba la cosa. Una de las publicaciones que se destacaron en aquel momento fue la revista de historietas El Víbora, representante de algunos de los colectivos que más peligro corrían en caso de triunfo de la intentona golpista, que inmediatamente se puso a la obra y en un par de días dio a luz un número extraordinario dedicado al atentado golpista. "Este tebeo supuso una de las reacciones más rápidas, vehementes y temerarias de cuantas se produjeron en contra del intento terrorista de asalto a la democracia en aquellas fechas", según la ficha de este número que figura en el Gran Catálogo de la Historieta de Tebeosfera.
Pasado el tiempo suficiente, pienso que no es inoportuno recordar aquellos hechos y rendir nuestro homenaje a los dibujantes, guionistas y demás miembros de la redacción de la revista de la línea chunga, que nunca fue menos chunga que aquel día.
    

























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